Mi acompañante tenía 50 años y era su primera manifestación, porque creía que al final solía haber lío. Llegó a ponerse entusiasmada, apenada de no haber estado en la del pasado 15 de febrero. Yo le decía que tranquila, que había tanta gente como entonces y ella se admiraba de que los manifestantes eran normales, de los de la calle de todos los días, y mucha clase media que bajaba hasta del barrio Salamanca. Yo le decía que también estaban los 10.000 asiduos y aguerridos que nos vemos en todas las manifestaciones normales. Pero que ciertamente había muchos "nuevos".
El colmo de su asombro fueron tres damas de pelo blanco, rondando los 80 años, bien juntitas para ayudarse a bajar delicadamente de la acera a la calzada en Cibeles y perderse en la riada con dos grandes pegatinas cada una. Mientras decía cosas muy sentidas de su desengaño con Aznar y Bush, yo pensaba que aún era posible que oigan el enfadado rechazo a la guerra de tantos "nuevos" manifestantes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 19 de marzo de 2003