El presidente Chaves ha vuelto a Marruecos, país con el que la Junta de Andalucía no sólo tiene, sino que debe tener, relaciones de buena vecindad. Va el presidente de la Junta de Andalucía a seguir abriendo caminos a las inversiones en un Marruecos, de cuyo desarrollo depende el futuro de fenómenos como el de la inmigración, naturalmente en la que se refiere a los venidos desde allí. Las relaciones de la Junta de Andalucía con Marruecos siempre han sido buenas, por eso, superada la crisis a la que nos llevaron los varios despropósitos, compartidos por los dos países, el presidente Chaves ha querido volver casi inmediatamente a reanudar las de Andalucía, después de haber respetado escrupulosamente la situación de bloqueo diplomático. No hizo así, por cierto, el presidente Pujol, cuyo Gobierno continuó manteniendo oficina abierta en Marruecos durante la crisis. Pero a pesar de la discreción del presidente andaluz, parece que el Gobierno, en su insaciabilidad y su tendencia a llamar enfrentamiento a todo lo que se mueve, es crítico con este viaje.
A estas alturas de las relaciones con todo el mundo menos con Bush, no es de extrañar que cualquier gesto de encuentro con alguien, con cualquiera, ya puestos, le parezca mal a un Gobierno en pleno delirio de desentendimiento. Tan pleno y tan delirio que hasta a la guerra nos lleva. Y por cierto que puestos a buscar explicaciones a lo inexplicable, es posible que todo lo que tan mal está acabando, empezara precisamente por Marruecos, por la intervención de Collin Powell para arreglar el despropósito por las dos partes del incidente absurdo de Perejil. Aquella ayuda podría ser, sino el primero, sí uno de los primeros pasos hacia los compromisos secretos, que han devenido en los actuales destrozos públicos, y han desembocado en el papel a que nos obliga el Gobierno en este dramático y triste momento histórico. Algunos dicen que el Gobierno está otra vez enfadado con el presidente de la Junta de Andalucía por su viaje a Marruecos y eso algunos hasta entienden al Gobierno, que ya son ganas de entender... Y ¡no a la guerra!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de marzo de 2003