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GUERRA EN IRAK | La situación en Irak

Irak denuncia ataques contra civiles, pero impide el libre acceso de la prensa

El régimen asegura que las tres primeras rondas de bombardeos provocaron cuatro muertos

Los habitantes de Bagdad tomaban aliento ayer tras el ataque estadounidense de la madrugada, convencidos de que lo peor estaba aún por llegar. Por la noche, los temores se confirmaron cuando una nueva oleada de ataques se abatió sobre la capital iraquí. Varios edificios fueron alcanzados, entre ellos el Ministerio de Planificación. Las tres rondas de bombardeos con los que comenzó la ofensiva se dirigieron a objetivos de los alrededores de Bagdad y causaron un muerto y 14 heridos, según la Cruz Roja. El régimen aseguró que eran cuatro víctimas civiles.

"¿Tienen democracia cuando salen millones a la calle y su presidente no hace ni caso?"

Otro de los edificios alcanzados fue la oficina del viceprimer ministro iraquí, Tarek Aziz. Además, informaciones oficiales iraquíes procedentes de Basora daban cuenta de que esa ciudad estaba sufriendo una operación de mayor envergadura y las bombas seguían cayendo a media tarde de ayer.

"Los bombardeos han causado un muerto y varios heridos", dijo por la mañana el ministro de Información, Mohamed Said Sahaf. Horas más tarde, durante una visita a un grupo de mujeres instaladas como escudos humanos en una fábrica de harina, el titular de Comercio, Mohamed Mehdi Saleh, elevaba las víctimas mortales a dos. La televisión fijó la cifra en cuatro civiles muertos y "varios" heridos. Saleh entregó flores a las pacifistas, originarias de Estados Unidos, el Reino Unido y Australia. Un pool de televisión tuvo acceso a un hospital donde grabaron a una mujer y su hija, al parecer víctimas del ataque.

La cadena Al Shabab, propiedad del hijo mayor de Sadam Husein, difundió imágenes de una vivienda donde aseguró que había caído uno de los misiles y causado numerosos heridos, pero no localizó el lugar. Los periodistas no pudieron acercarse a los lugares afectados. "Todos han sido objetivos civiles", aseguró también Sahaf, que mencionó entre las instalaciones alcanzadas unos edificios vacíos de la televisión en el barrio de Dora y unos almacenes del Departamento de Aduanas en la ciudad de Ramadi. Sin embargo, lo único que sus funcionarios mostraron a los periodistas fue la normalidad de Bagdad. Si por normalidad se entiende la ausencia de pánico, la capital iraquí era una ciudad normal, pero fantasma.

Sólo los hombres del Partido Baaz se aventuraban por sus calles, en las que la mayoría de las tiendas se encontraban cerradas, según pudo comprobar esta enviada especial en el recorrido por varios barrios sin la presencia del habitual guía del Ministerio de Información. Salir de Bagdad era imposible sin una autorización de ese Departamento.

Aun así, todavía era posible encontrar a gente con humor para cortarse el pelo. En la barbería de Najib, en la calle Ameriya, cinco hombres esperaban su turno para afeitarse o cortarse el pelo. A Najib no le parecía en absoluto extraordinario haber abierto su negocio a las nueve y media de la mañana como un día cualquiera. "¿Qué ha pasado hoy que lo haga diferente?", preguntaba guasón. "No nos preocupan los norteamericanos", manifestaba mientras terminaba de apurar a un soldado que ratificaba sus palabras. No ha sido una sorpresa. Esperaban el ataque y no ha sido nada comparado con lo que vivieron en 1991 y en 1998, algo que subrayaron casi todos los entrevistados.

"Sabíamos que esto sucedería desde que vimos a Sadam en la tele con el traje militar", interviene su socio Kadhem, "fue su respuesta a la propuesta de Bush para que se fuera al exilio: antes la guerra". La conversación se anima y los parroquianos empiezan a opinar por iniciativa propia. "Somos fuertes porque estamos en nuestro país y defendemos nuestra religión, nuestros principios, a nuestra gente", defiende Salid Jaled, un estudiante de cuarto de Informática en la Universidad de Bagdad.

La decisión de abrir los negocios constituía un acto de militancia política. El puesto de pizzas de Ahmed al Muslawi, en la calle Karrade Marian, estaba dando de comer a la veintena de milicianos del partido encargados de la seguridad del barrio. Con sus uniformes verdes oliva, y desarmados, los baazistas daban cuenta con apetito de las pizzas de carne que preparaba sin cesar un cocinero vestido con una camiseta del Real Madrid. A pesar del derrumbamiento del dinar, que en las últimas operaciones antes de que cerraran los cambistas rozaba la barrera de los 3.000 por dólar, Ahmed mantenía su precio de 750 dinares (30 céntimos de euro) por pieza. No había nada más en el menú.

Donde la situación no parecía tan tranquila era en Basora. "Acaba de llamarme mi familia desde allí y me han contado que siguen los bombardeos", declaraba Abdulhamid, un hombre originario de esa ciudad del sur de Irak, la más cercana a la frontera con Kuwait. Los familiares de Abdulhamid, que acaban de recuperar la línea telefónica después de varias horas incomunicados, describieron los bombardeos como "fuertes y continuados".

Los informativos locales no se hicieron eco de este extremo y repitieron una y otra vez el discurso de Sadam Husein acusando a Estados Unidos de cometer un "crimen vergonzoso" y pidiendo a los iraquíes que "claven sus espadas en los invasores". Es difícil saber cuántos iraquíes harán caso de su llamamiento. Aunque la mayoría de la población permanecía en sus casas, no faltaban voluntarios dispuestos a defender al régimen.

"En 1991 derrotamos a 33 países, ahora sólo tenemos que enfrentarnos a Estados Unidos", minimizaba entusiasta Saleh Hummadi al Duleimi. Este abuelo de 66 años llevaba en la calle desde las cuatro de la mañana, montando guardia con su viejo Kaláshnikov. "Y aquí me quedaré mientras haga falta", aseguraba voluntarioso. "No, no he tenido miedo cuando ha empezado el bombardeo. Los iraquíes no tenemos miedo de nada porque Dios es fuerte", explicó antes de añadir que estaba dispuesto a dar su vida por su país. Pero Hummadi no se engañaba respecto a su misión. Preguntado por la eficacia de su fusil en esta batalla tan desigual, reconoció que "no es para los aviones, sino para un eventual enfrentamiento en la calle".

"Sadam es el mejor presidente que puede tener Irak", defendía por su parte Faisal, un baazista convencido, a quien la nueva situación no hará cambiar de chaqueta. "Dicen que es un dictador y yo les pregunto qué presidente no lo es. ¿Es que acaso ustedes en su país tienen democracia cuando salen millones a la calle y su presidente no les hace ni caso?", inquiría con gran convicción.

Muchos otros, sin embargo, no escondían su preocupación por lo que está por venir. "No ha visto usted nada, señora, prepárese para lo de esta noche", anunciaban con aire de expertos dos de los porteros del hotel Palestina.

Por la noche, los temores de la población de Bagdad se confirmaron: sirenas, intenso fuego antiáereo y explosiones causadas por la nueva oleada de ataques. Los misiles alcanzaron esta vez el centro de la ciudad, en la orilla occidental.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de marzo de 2003