Horas después de que los misiles estadounidenses reventaran un proceso diplomático en el que Europa no ha pintado nada por estar más dividida que nunca y mientras cientos de miles de personas protestaban en las calles contra el ataque, los 15 líderes de la UE reunidos en Bruselas reconocieron su incapacidad para superar el cisma que sufren y se limitaron anoche a suscribir unos acuerdos mínimos para intentar la reconciliación familiar. La Unión quiere ahora que la ONU, cuya autoridad ha quedado minada, "desempeñe un papel fundamental durante la actual crisis y después de ella".
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A la vez reclama "un Gobierno representativo" para Irak y defiende su integridad territorial pero también su "desarme pleno" "Estamos de acuerdo en que los desacuerdos eran imposibles de superar hoy. Nos hubiéramos pasado horas debatiendo sin ningún resultado. Por eso, nos centramos en ver cómo podíamos ponernos en marcha otra vez juntos mirando al futuro". Costas Simitis, primer ministro griego y presidente de turno de la UE, resumió con tanta sinceridad lo ocurrido en la capital comunitaria. De hecho, los jefes de Gobierno habían aireado ayer mismo sus discrepancias a favor y en contra de una guerra antes de verse las caras.
Los minutos previos al inicio de la cumbre en la sala de reuniones ya reflejaron la situación. El español José María Aznar acabó sentándose solo cuando vio que nadie se le acercaba hasta que el presidente de la Comisión, Romano Prodi, entabló una breve conversación con él, seguida de inmediato, ya en un ambiente más caluroso, del saludo con el británico Tony Blair. En el rincón opuesto, el francés Jacques Chirac y el alemán Gerhard Schröder intercambiaban de pie sus primeras impresiones. Sólo detrás de las cámaras, en un receso, Blair y Chirac se estrecharon las manos.
En ese frío ambiente, los Quince negociaron ese acuerdo tan poco ambicioso que sólo tardaron dos horas en lograrlo. Tras expresar su esperanza de que la guerra (palabra que evitan para hablar de "conflicto militar") concluya "con un mínimo de pérdidas de vidas humanas", apuestan por el protagonismo de la ONU dada su "experiencia práctica en la coordinación de la asistencia para coordinar el proceso. El Consejo de Seguridad debería dar a las Naciones Unidas un firme mandato para esta misión", señala la declaración, en una clara petición de que haya una nueva resolución en Nueva York. La UE suscribe "su compomiso con el papel fundamental de las Naciones Unidas en el sistema internacional y con la responsabilidad de primer orden que corresponde al Consejo de Seguridad en el mantenimiento de la paz y la estabilidad internacionales".
Los Quince se declaran prestos a enviar ayuda humanitaria a la zona para que los iraquíes vivan "en libertad, dignidad y prosperidad", pero sobre todo "bajo un Gobierno representativo", es decir, lo contrario de quienes desde Washington defienden un Ejecutivo provisional con un general estadounidense al frente. A la vez, la UE afirma que trabajará por "revitalizar el proceso de paz en Oriente Próximo" con la aplicación del plan del Cuarteto (ONU, Rusia, EE UU y Europa) que incluye crear un Estado palestino en 2005.
Pero, además de la guerra en sí, los dos asuntos que más dividen a los europeos -la política exterior y de seguridad común que ha saltado por los aires y la deteriorada relación con EE UU- sólo son citados de soslayo en la declaración. Los Quince dicen estar "determinados a fortalecer" las políticas comunes en exteriores y defensa (máxima pretensión de Chirac y Schröder), y "convencidos" de la necesidad "de reforzar la asociación trasatlántica, que sigue siendo una prioridad estratégica fundamental para la UE" (en línea con los discursos de Aznar y Blair). Eso sí, todos apuestan por "una política multilateral, global", alejada por tanto de las tentaciones unilaterales de Washington.
Horas antes de la reunión, Chirac había lamentado que el ataque "sin el aval de la ONU", mientras el ministro británico de Exteriores, Jack Straw, le respondió: "Entre finales del año pasado y comienzos de éste, Francia tomó la decisión de no aplicar la resolución 1.441. Ése ha sido el alfa y omega del problema". Pese a todo, los reunidos decían estar satisfechos del resultado. La ministra española de Exteriores, Ana Palacio, llegó a decir sobre la suave declaración: "No estamos alejados de la calle, porque el documento refleja el futuro, no el pasado". Y agregó: "Al final, lo que compartimos con EE UU es la defensa del imperio de la ley".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de marzo de 2003