Por motivos diversos, últimamente he estado fuera de España. En Francia me lo preguntaron; en Italia, también. En Grecia me sorprendió que cuando me presentaban a alguien, éste iniciaba esa primera conversación para
romper el hielo con la maldita pregunta.
Sin embargo, lo que me impulsa a escribir esta nota es el repateo en las narices que me supuso asistir a una comida con personas de diferentes países, de distintos trabajos, de diversas tendencias políticas. Hubo dos conversaciones, una se centró en el problema de Chipre y la otra arrancó con la puñetera preguntita:
¿Qué le pasa a vuestro presidente?
¿Qué os mueve a declarar una guerra?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de marzo de 2003