Eramos muchos en las calles de Valencia, pero aún eramos pocos, pues creo que todos deberíamos estar allí, si es que aún nos queda un resto de decencia, no podemos permitir que se acuse al enemigo de incumplir los tratados internacionales por mostrar imágenes de sus prisioneros mientras que es un orgullo ver cómo los soldados iraquíes se arrodillan ante el amigo americano pidiendo comida. Vergonzoso. Y por si faltaba algo, la actuación de nuestra policía. Señor Aznar, no voy a decirle váyase, ya vendrán las elecciones, pero sí que le digo: no tiene usted derecho a tratar así a un país que le ha respetado. Ha perdido usted el respeto a la ciudadanía y eso sí que es imperdonable.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de marzo de 2003