Ex trabajadores de las fábricas de aerografía textil en las que se detectó el denominado síndrome Ardystil -afección pulmonar por inhalación de productos químicos- denunciaron ayer, en su declaración ante el tribunal, las deficientes condiciones de ventilación de los centros de trabajo. "Las ventanas siempre estaban cerradas, para evitar que la corriente volara los papeles", dijo Silvia María Valor, ex operaria de la firma Aerotex. "Los extractores no se ponían en marcha porque hacían mucho ruido", declaró Francisco Sanjuan, encargado en la misma industria.
Este grupo de testigos (10 ex operarios) que compareció ante el tribunal, la sección tercera de la Audiencia de Alicante, resaltó que los empresarios no empezaron a adoptar medidas para garantizar la salud de los trabajadores hasta después del primer fallecimiento, el de Isabel Miró, trabajadora de Ardystil. "Las mascarillas llegaron a última hora, cuando ya había muerto Isabel Miró y enfermaron las hermanas [las jóvenes Ivona y Soraya]", comentó Belén Valls, ex empleada de Ardystil.
Los testigos, la mayoría antiguos trabajadores de la firma Aerotex, discreparon a la hora de justificar las jornadas laborales nocturnas que realizaban en esa fábrica. La testigo Concepción Ramos aseguró que la jornada laboral nocturna fue una "imposición de la empresa, a raíz de las muertes en Ardystil". Sin embargo, otras dos antiguas operarias dijeron que fue una medida provisional debido al fuerte calor en la época estival.
Los testigos también coincidieron a la hora de denunciar que los inspectores que visitaron las fábricas nunca se interesaron por las condiciones de seguridad y salubridad o la supuesta peligrosidad de los productos químicos que usaban.
La vista oral de este macrojuicio continúa hoy con la declaración de otra tanda de testigos, entre ellos el padre de las dos mencionadas hermanas que fallecieron en la fábrica Ardystil. El fiscal pide para Juana Llácer, dueña de la industria y principal acusada, seis años de cárcel.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de marzo de 2003