No es fácil encontrar en Madrid lugares como éste. Restaurantes recoletos, híbridos entre un café vienés y un bistrot parisiense, con una oferta minúscula pero sabrosa y unos precios tan sensatos que parecen extraídos de otra época. Nada tiene de particular que cada mediodía se atiborre de parroquianos que se ven obligados a guardar cola pacientemente, porque reservar mesa suele ser inútil: se come a medida que se llega y sólo cuando los clientes anteriores se deciden a abandonar sus mesas. Los entrantes son escuetos. O se opta por la ensalada Julián, plato que se sustenta en la horrible lechuga iceberg, o por el surtido de patés, discretos pero más que pasables.
Para después quedan las carnes, plato fuerte e hito de la casa. Cortes de vacuno mayor, procedentes de Argentina, que se hacen sobre brasas de carbón y se sacan a la mesa con el punto que el comensal desea, acompañados de patatas fritas. Si no se hacen observaciones, llegan tostados por fuera y muy poco hechos por dentro. Lo mejor es el entrecó de lomo alto, que se presenta fileteado y que está concebido para compartir entre dos personas. Tampoco están mal el entrecó de lomo bajo y el chuletón de vacuno. De postre, dulces convencionales, tarta capuchina, suflé de naranja, flan y manzana asada. Y al final, un café de puchero reconfortante.
Grill Casa Julián. Don Ramón de la Cruz, 10. Teléfono 91 431 35 35. Cierra domingos noche. Precio: entre 15 y 20 euros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de marzo de 2003