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Crítica:

Visita a los infiernos

La hora del barquero, Premio Café Gijón de Novela 2002, cuenta una historia kafkiana que puede ocurrir en cualquier época y lugar. En ella, Víctor Chamorro describe el absurdo terrorista de matar por las ideas que no se comparten.

Una cita de Kafka abre la última novela de Víctor Chamorro (Monroy, Cáceres, 1939). "Alguien debió de haber calumniado a Josef K. puesto que, sin haber hecho nada malo, fueron a arrestarle una mañana". Así comienza El proceso y así el narrador extremeño nos da la clave de La hora del barquero. Su elección no es gratuita, tampoco un homenaje más al escritor centroeuropeo. Las aristas abstractas y el clima opresivo de la narración kafkiana sirven a Chamorro para impregnarlos en su historia. Y, sobre todo, ese halo asfixiante de arbitrariedad y jueces ignotos. Víctor Chamorro trama una historia contemporánea. No le pone día, mes ni año. Tampoco, a la manera del autor de América, geografía precisa. Pero la materia humana y metafísica que baraja tiene que ver absolutamente con ese manual de vejaciones humanas que algunos Estados y organizaciones no cesan de reeditar.

LA HORA DEL BARQUERO

Víctor Chamorro

Acantilado. Barcelona, 2003

310 páginas. 18 euros

Kafka no sólo vio e interpretó lo que sucedía a su alrededor, el hombre alienado en su criterio del progreso y condenado a una nueva forma de espantosa soledad, sino que incluso vio e interpretó lo que en Europa estaba muy pronto por suceder: un devastador mecanismo de exterminio programado. Millones de seres humanos acusados de una culpa imposible de demostrar. Éstos son los materiales morales y literarios con que Chamorro nutre su novela. En La hora del barquero se suceden situaciones que el lector pudo haber vivido o leído. Ésta es ya una zona de verificación, más allá de que el lector pueda o sepa mejor o peor identificarla en términos históricos y espaciales. Lo que se narra en esta novela pudo suceder en la Argentina de los años setenta. Pero puede también, por eso es una novela absolutamente kafkiana, que vaya, fatal y puntualmente, a suceder. Su argumento nos dice que hay un hombre que coqueteó con el terrorismo. Que se vio impelido a formar parte de una maquinaria ciega de venganza social. Ese hombre, Jesús Maera, es detenido. Ha perdido la memoria y es sometido a inhumanos interrogatorios para que denuncie a alguien. La novela de Chamorro logra momentos pletóricos de distanciamiento de la sensible materia que trata. Los diálogos entre la víctima y el torturador son de lo mejor que he leído en este sentido, incluido esa suerte de ironía sobre la inversión del "síndrome de Estocolmo", victoria postrera que se puede arrogar la víctima, a la vez que insólita derrota moral de su verdugo. Sólo un reproche habría que hacerle a esta estimulante novela: una cierta opacidad, una dificultad a la hora de seguir con fluidez su trama. Precisamente en este escalón de la narración, la trama, es donde el lector debe encontrar los menos escollos posibles. Aun así, no resultan nunca insuperables. La hora del barquero nos habla de algunos infiernos. El de matar por las ideas que no se comparten, que es el más absurdo de todos. O el de matar por creer que se tiene razón, que es más o menos lo mismo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de marzo de 2003

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