El día antes de comenzar la maldita guerra de Irak, colgué de la terraza una sábana con el lema No a la guerra, expresando así un deseo compartido por millones de ciudadanos de todo el mundo y que unos pocos mandatarios elegidos democráticamente no han querido cumplir; han preferido la barbarie y así nos han llevado de nuevo a días de infamia. Pero esa sábana continuará colgada mientras haya personas a las que les emociona verla. Un camionero de aspecto árabe pasó mientras yo entraba en casa y la leyó y se paró para saludarme. Nos miramos y con una sonrisa hicimos el signo de la victoria.
Le desee buen viaje y él me dio las gracias haciendo sonar su claxon antes de enfilar hacia Lleida. Tal vez si nos encontráramos de charla en un café no llegaríamos a ninguna parte en algunas cuestiones banales, pero en ésta estamos de acuerdo: sólo gritamos "no a la guerra". Todos sabemos que Bush y Sadam son la misma cosa. A partir de ahí, hablemos. Adiós y buen viaje, compañero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de abril de 2003