"Cada pueblo tiene el Gobierno que se merece", dice un antiguo refrán. Muchos olvidan ahora que Aznar fue elegido con el voto de una gran mayoría y la abstención de muchos otros. Nadie puede decir ahora que los rasgos tan abominables que adornan su forma de ejercer el poder, y la de su partido, en el conflicto actual, no estaban preclaros entonces.
Pero muchos se identificaron con su arrogancia; bastantes no lo quisieron ver; otros prefirieron mirar hacia a otro lado ante la promesa de supuestos beneficios, como la bajada de los impuestos; otros, simplemente, pasaron.
Pues bien, aquella arrogancia compartida, aquella ceguera, aquel cinismo, aquella pereza, son el verdadero pasaporte en nombre del cual hoy se mata en Irak, también en el nombre de España.
Por eso, además de manifestarnos por el inmediato final de semejante agresión; además de pedir que sean llevados ante el Tribunal Penal Internacional todos los verdaderos responsables de esa masacre; si de verdad queremos luchar contra todo esto, cada uno hemos de librar la definitiva batalla contra la arrogancia, la ceguera, el cinismo y la pereza en nuestro corazón.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de abril de 2003