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Crónica:AUTOMOVILISMO | Gran Premio de Brasil de fórmula 1

Alonso acaba tercero y en el hospital

La dantesca carrera fue suspendida cuando el español sufrió un accidente al chocar con su Renault contra una rueda

Quedó una rueda abandonada en medio del asfalto, tras destrozar el australiano Mark Webber su monoplaza contra un guardarraíl, y las banderas amarillas, que anuncian peligro, no aparecieron por ningún lado. Fernando Alonso, que llegaba lanzado, no pudo evitar el brutal impacto. No pudo ver el neumático hasta que lo tenía delante, amplificado por el agua que resbalaba por su casco, como si de un muro se tratara. Chocó contra él y su Renault se fue sin control hacia la valla de la izquierda, rebotó, dio una vuelta sobre sí mismo, se desplazó hacia al otro lado y allí acabó estrellándose contra la protección. Las asistencias correron junto al corrdor, que se dolía de una pierna. Por precaución, le colocaron un collarín, antes de meterle en la ambulancia.

Alonso levantó el dedo pulgar. Estaba bien. Magullado y dolorido, sí, pero bien

Tumbado y amarrado a la camilla, Alonso levantó el dedo pulgar de su mano derecha. Estaba bien. Magullado y dolorido, sí, pero bien. Luego, estuvo todavía mejor cuando supo que el director de la carrera la había dado por finalizada aunque faltaban 18 vueltas por desarrollarse. Esa decisión suponía que los puestos se quedaban en el orden de entrada a la meta en la vuelta anterior a los accidentes de Webber y Alonso, esto es en la 53ª. Esa decisión suponía, en fin, que el primero era el finlandés Kimi Raikkonen (Mercedes), el segundo el italiano Giancarlo Fisichella (Jordan) y el tercero, por segundo gran premio consecutivo, Alonso.

La imagen del podio sin la presencia de uno de sus protagonistas, Alonso, atendido en ese momento en el hospital del circuito, fue el último episodio insólito de una carrera salvaje.

Ayer, más que nunca, convertido el circuito de Interlagos en una piscina, la pericia en la conducción tuvo una importancia capital en el desarrollo de una prueba dantesca, en la que los coches se deslizaron sobre una pista de patinaje. La lluvia no paró de caer sobre São Paulo y de nada sirvieron ni el orden de la parrilla de salida, ni los reglajes, ni las tácticas. Todo dio igual porque aquello, a ratos, fue una carrera de coches de choque. La nueva reglamentación, además, obligó a que todos calzaran los mismos neumáticos, que no eran de mojado, sino unos intermedios cuyo agarre a la pista es limitado. Eso acabó de convertir la prueba en una lotería. Y, en esa lotería, una curva del circuito, la llamada Chico Landi, adquirió una importancia capital. En ella se dejaron sus ilusiones y sus coches seis pilotos. A saber: Trulli, Montoya, Pizzonia, Schumacher, Verstappen y Button. Uno a uno, disciplinadamente, se deslizaron por el río que se había formado en ese giro. Quedaron allí sus vehículos como si de un desguace se tratara.

Siete vueltas se dieron al inicio, ante de que el coche de seguridad, que comprobaba el estado de la pista, decidiera que la carrera podía empezar. Quienes mejor se acoplaron fueron los McLaren, cuya fortaleza ya es incuestionable. Alonso se mantuvo en mitad del pelotón, tranquilo, sabedor de que su Renault no estaba en las mejores condiciones. Varios corredores se asomaron al primer puesto: Raikkonen, Coulthard, Barrichello... A éste, que jugaba en casa, se le paró el coche nada más alcanzar esa posición.

Los accidentes obligaron hasta en cuatro ocasiones a que el coche de seguridad hiciera su aparición y pusiera a todos en fila. Alonso fue sancionado con un stop and go (parada en boxes de 10 segundos) por adelantar a Ralf Schumacher en uno de aquellos momentos en los que ondeaba la bandera amarilla. Todo era un puro disparate.

Porque delante de Alonso caían pilotos como moscas. Se inventó éste un par de adelantamientos imposibles y se puso tercero. En medio del caos, hizo un supremo ejercicio de supervivencia. Él ya había repostado dos veces; Raikkonen y Fisichella, sólo una. Pero el neumático de Webber cayó en la pista y dictó sentencia, amén de proporcionar a Alonso el accidente más feliz de su vida.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de abril de 2003