El primer ministro británico, Tony Blair, en una conversación telefónica con el presidente sirio, Bachir el Asad, ha expresado su total rechazo a que Siria, como ahora Irak, pueda ser objeto de una guerra preventiva. "El Reino Unido está completamente en desacuerdo con aquellos que apuntan a Siria como próximo objetivo", dijo Blair, con el fin de calmar el nerviosismo que las insinuaciones del Pentágono habían desatado en Damasco y que las recientes declaraciones conciliatorias de Colin Powell, en el sentido de que Siria e Irán no están en el punto de mira de EE UU, no lograron eliminar.
A pesar de estas incertidumbres, Siria mantiene su actitud desafiante y tiene abierto de par en par el último corredor por el que Irak se comunica con el mundo exterior y por el que transita a diario la ayuda humanitaria, pero también los combatientes voluntarios del mundo árabe, que se dirigen hacia la asediada Bagdad.
Las manifestaciones de Colin Powell, efectuadas el domingo al periódico en lengua árabe editado en Londres Al Hayat, en las que aseguraba que ni Siria ni Líbano son los próximos objetivos militares de la Casa Blanca una vez concluida la campaña en Irak, no han conseguido hacer olvidar a los sirios las amenazas vertidas por el Pentágono. Nadie en Siria olvida las ofensas del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, quien en los últimos días ha señalado con el dedo al régimen de Damasco, al que acusó de colaborar con el régimen iraquí y de dar apoyo a los movimientos terroristas.
El temor a una agresión norteamericana ha llevado al régimen de Damasco a abrir de par en par el país a la prensa internacional, en un esfuerzo por explicar públicamente su postura. Los gobernantes sirios tratan de hacer comprender al mundo entero su firme oposición a la guerra de Irak y su apoyo incondicional a todos los movimientos de liberación nacional, entre ellos el palestino o el iraquí.
Siria, un país tradicionalmente cerrado a la prensa extranjera, se ha visto invadida en los últimos días por periodistas de todo el mundo. Las embajadas han recibido órdenes del Ministerio de Información de no restringir la entrada a nadie y de colaborar con esta marea humana de informadores, la más importante que registra el país desde que en junio del año 2000 muriera el presidente Hafez el Asad y le sucediera su hijo Bachir.
Centenares de peticiones de visados se acumulan sobre la mesa del despacho del director de Relaciones y Prensa Extranjera, Alí Munir, en la Casa Baaz de Damasco, mientras en los pasillos del edificio los periodistas reclaman encuentros con los líderes más representativos del régimen sirio, incluido el mufti de Damasco, que pocos días atrás lanzó un discurso en el que apoyaba los ataques suicidas contra los soldados norteamericanos.
La tensión entre Estados Unidos y Siria, coreada desde hace tiempo por Israel, no ha conseguido, sin embargo, doblegar al joven presidente El Asad, que mantiene contra viento y marea abierto el único corredor que Bagdad tiene con el mundo occidental, a través del cual transita la ayuda humanitaria para las víctimas de la guerra, pero también los fedayín y los combatientes de los países árabes, que están dispuestos a dar su vida en el sitio de Bagdad.
Los combatientes voluntarios árabes han convertido Damasco en la primera etapa de un viaje hacia el martirio. Vienen de los campos de refugiados palestinos en Líbano, pero también de los suburbios de las ciudades jordanas o incluso de la kasba argelina. Llegar hasta Damasco es fácil, y el precio, reducido: diez euros desde la plaza Abdali de Ammán o desde la estación de autobuses de Beirut. Todos confluyen en el mercado de Baramque, a la entrada de la capital siria, dispuestos a compartir uno encima de otro el primer taxi colectivo que se dirija a Bagdad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de abril de 2003