"Espero que a Raúl no le guste viajar, y si le gusta, haremos lo posible para impedir que entre en el país. El Real Madrid ha comprado a Zidane, a Figo y a Ronaldo, pero siempre destaca el jugador de la casa. Es el mejor del mundo". Así, con ironía teñida de amargura, se expresó Sir Alex Ferguson, el técnico del Manchester, cuando asomó su sonrojado rostro por la sala de prensa del Bernabéu. No tenía ningún motivo para mostrarse ufano, y dio buena cuenta de su pesadumbre. Contestó a todas las preguntas con el semblante cariacontecido. Pero cuando le tocó hablar de Raúl, se le iluminaron los ojos y sonrió un poco. Ferguson demostró que admira a Raúl tanto como le teme. Tanto que dio la impresión de que, si una noche se acuesta con la noticia de que el delantero madridista no puede jugar el partido de vuelta, seguro que duerme más tranquilo.
El técnico galés tiene argumentos sobrados para saber cómo se las gasta Raúl. Hace tres años, por ejemplo, apareció la desgarbada figura del madridista por Old Trafford para marcar dos goles y dejar al Manchester fuera de Europa. Anoche, el delantero madridista se interpuso de nuevo en sus planes y firmó en el marcador otras dos razones para que se repita la frustración de los ingleses y, desde luego, la de Ferguson.
"Mi equipo no salió al campo con respeto al Madrid, sino que los jugadores rivalkes se lo supieron ganar. Sobre todo Raúl", insistió Ferguson, para quien la explicación del resultado cosechado por los diablos rojos sólo encuentra un nombre: el del siete blanco.
Raúl abandonó el Bernabéu como si tal cosa; quizás por culpa de la costumbre. Para el delantero salir del campo como protagonista indiscutible es ya pura rutina. Simplemente, con cara de indiferencia, ofreció su versión del partido: "El resultado es merecido; es el que buscábamos y tenemos que estar muy satisfechos". Esquivó los elogios y eludió las alusiones de admiración de Ferguson; incluso rebajó el entusiasmo que el público le brindó durante todo el encuentro. "La afición ha apoyado a todo el equipo".
Con los dos tantos de anoche, Raúl acumula ya nueve en la Liga de Campeones, sólo superado por los once de Van Nistelrooy, con quien mantuvo ayer un duelo marcado por el gol. Sin embargo, las diferencias entre ambos no sólo las dibujó el marcador. Si Raúl se asoció con todos, tocó en la zona de creación, animó a sus compañeros y concedió miradas de complicidad, Van Nistelrooy tuvo que librar la batalla por su cuenta. Después de cada balón perdido, de cada traspiés con los defensas del Madrid, torcía la mirada y plantaba los ojos en el césped. Pero no se rindió nunca. Apeló a su voluntad y marcó un gol que al menos regala alguna esperanza al Manchester. Raúl, para entonces, ya había sometido el partido a su reinado. El delantero madridista, no obstante, reconoció sentir cierta preocupación al reducir distancias el equipo inglés: "Con el 3-0, encajar el gol del Manchester nos hizo daño; pero supimos rehacernos".
Por su parte, el preparador madridista, Vicente del Bosque, volvió a encubrir la euforia en un rostro desabrido, sin concesiones a la euforia. De hecho, fue el único en aliviar el protagonismo abrumador de Raúl. "Ha sido un jugador muy importante en un partido brillante de ambos conjuntos", destacó.
Pero por mucho que se empeñe su entrenador en repartir méritos, Raúl, otra vez, relegó a las figuras que le acompañan en ataque a un segundo plano. Ya es costumbre que en las grandes citas europeas del Madrid, aquellas que reclaman una receta de heroísmo y atrevimiento a partes iguales, Raúl rubrique su sello mediante goles y coraje, mucho coraje. Lo afirma el propio Ferguson. En una constelación atestada de grandes estrellas, siempre brilla la misma. La del canterano, el goleador. Raúl.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de abril de 2003