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OPINIÓN DEL LECTOR

La fachada marítima de Tarragona

Ahora que se habla de la reforma de la fachada marítima de Tarragona, no sabemos si alegrarnos o echarnos a temblar por lo que se nos puede venir encima, pues si se aplican los mismos criterios y sensibilidad que en otros proyectos anteriores, puede ser peor el remedio que la enfermedad.

No hay más que ver cómo se ha conseguido convertir un paseo marítimo en una cloaca y una playa en un suburbio, a base de millonarias inversiones en el paseo de Rafael Casanova y en la playa del Miracle.

Dos colectores desaguan al mar enfrente de la estación y un torrente lleva aguas residuales a la playa donde se bañan sufridos turistas y ciudadanos de Tarragona. Además, ambos se embalsan durante días y días cuando la arena hace de barrera entre los vertidos y el mar, con los consiguientes malos olores.

En un trayecto de casi dos kilómetros de playa hay tres puntos altamente contaminantes que nadie se ha preocupado de eliminar, a pesar del gran número de personas que visitan la zona, sobre todo durante el verano.

¿Con qué criterios se hará la reforma de la fachada marítima? ¿Se tendrá en cuenta la funcionalidad de este espacio -el único libre y abierto al mar que queda en Tarragona- para los ciudadanos sin necesidad de consumir ocio enlatado? ¿Se resolverán los problemas de saneamiento o se maquillarán y sepultarán la miseria y la suciedad no resueltas? ¿Se preverá un servicio como es debido de mantenimiento, jardinería y limpieza de los espacios públicos? ¿Se crearán zonas verdes y de actividades al aire libre para recreo de niños, padres, ancianos y toda clase de ciudadanos improductivos y no consumidores? ¿Se aprovecharán las oportunidades que el entorno natural nos ofrece en lugar de despreciarlas y machacarlas sistemáticamente?

Éstas son algunas de las inquietantes dudas que no podemos dejar de exponer, con la esperanza de que sean infundadas y las diferentes administraciones implicadas, sobre todo nuestro gobierno municipal con el alcalde a la cabeza, sean capaces de actuar como mínimo con sentido común y en aras del interés público, lo cual hasta ahora no han demostrado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 13 de abril de 2003