Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
COLUMNA

Francotiradores

Los reporteros que han hecho ante el gobierno huelga de cámaras caídas llevaban en ellas escrita su auto-inculpación: todos somos francotiradores. Se referían a cómo justificó la balacera sobre los periodistas en Bagdad el omnipotente sheriff, aún sabiendo que es increíble, pero qué le importa eso al amo del corral.

En las guerras, los informadores son nuestros ojos y nuestros oídos. Y hacen lo que pueden, o sea lo que les dejan los militares del bando dominante en cada zona y circunstancia. En las paces, que es lo habitual, solemos movernos en terrenos tan poco épicos como actos oficiales y ruedas de prensa, "noticiones" convertidos en diana de los objetivos por decisión de esos estrategas de despacho a las órdenes de la jerarquía (la política, la económica, la que sea que mande sobre cada cual).

Aún así, los camarógrafos se han convertido de repente, tras estos arranques de dignidad, en sospechosos de alta traición, porque en Iraq les conviene, pero aquí temen al apagón informativo. Algunos de sus jefes han prohibido los plantes, otros les reprochan no hacer su trabajo (falso, sí se obtuvieron y emitieron imágenes) y alguno que debió ser un héroe de la resistencia antifranquista viendo cómo gallea, se ha permitido la desvergüenza de decir que los trabajadores gráficos en el Congreso, de espaldas al insensible Aznar, recuerdan el 23-F. Cuando precisamente cámaras de televisión, fotógrafos y grabadoras permitieron entonces a la ciudadanía contemplar el brutal rostro del fascismo: pese a golpistas y manipuladores, la tozuda realidad suele viajar al mundo tras colarse por el agujero negro.

En las manifestaciones, los equipos son abucheados con el reproche de "televisión, manipulación". Desde luego que hay quienes ruedan, montan, escriben con gusto al dictado, no rechistan, o leen las mentiras con una maquillada sonrisa. Pero es una lástima que quienes de verdad diseñan la táctica de la desinformación no se vean en las dolorosas situaciones que sí han de sufrir, con comprensión y paciencia, quienes sólo desean "disparar" en paz, y en la paz.

PD: A la maldita guerra, NO, NO, y NO

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 13 de abril de 2003