Al padre Djalma Pereira Damazzo, párroco del barrio Nova Cintra, en la ciudad minera de Belo Horizonte, definitivamente no le gustan los muchachos que molestan en la puerta de la iglesia jugando al balón mientras él celebra la misa en el interior de la iglesia. Y para espantar a los chicos usa métodos contundentes: deja el altar, saca de la sacristía -donde lo tiene escondido- un revólver calibre 38, sale a la plaza de la iglesia y se pone a disparar contra el suelo. Pero, eso sí, para no perder su naturaleza de religioso, no lo hace como los otros bandidos, es decir, sin reflexionar, sino que reza mientras dispara. Y para ello ha escogido el salmo 108 de la Biblia que es una maldición de Dios contra los enemigos, y que empieza así: "Oh, Dios de mi alabanza, no calles. Bocas de impíos y traidores están abiertas contra mí". Esas bocas son las de los muchachos que gritan al chutar el balón. Pero a la policía, llamada por los padres de uno de los jóvenes que corrió asustado al oír los tiros, no le convenció lo de la recitación del salmo y detuvo al párroco. A la policía el religioso le dijo que tenía el revólver desde hace 10 años -sin licencia- y que ya le ha servido varias veces para alejar a los ladrones que "intentaban profanar la casa de Dios". Para prepararse a la Semana Santa, sus superiores lo han enviado a hacer un retiro a la sierra. Sin revólver.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de abril de 2003