Cuando comenzó la guerra nos aseguraron que sería corta, directa. Ya llevamos muchos -demasiados- días en los que asistimos al exterminio masivo del pueblo iraquí. Los americanos y sus coaliados aprovechan su superioridad y lanzan todo tipo de ataques hacia los edificios importantes de las ciudades iraquíes. Muchas veces fallan y matan a población inocente. Daños colaterales, justifican. Las televisiones americanas, además, solo transmiten las imágenes que les resultan favorables.
Las muertes ya se cuentan por millares, tanto de niños, mujeres como de periodistas. Parece que la sociedad solo reacciona cuando la muerte es de un español, justamente dos periodistas que eran testigos "no oficiales" de la barbarie. Toda esta barbaridad, ¿en nombre de quién? En el mío, no.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de abril de 2003