Bajo un título de pretensiones humorísticas se presenta una obra oscura y elegante, tensa y con tintes surrealistas. Es el resultado maduro de un trabajo que quiere acercar al espectador a otro desnudo, el interior, quizás el más difícil de desvestir. Los tres intérpretes se revuelven en un paroxismo que cumple su cometido: llevar al espectador a una tierra de nadie árida, de derrota. Es un interior sin vistas donde se ritualiza la confesión.
El uso de imágenes fuertes con elementos plásticos de claro tinte superreralista (oníricos, si se quiere ver así) ayuda al dibujo final: los caracoles, la escala que no lleva a ninguna parte, los desnudos mancillados, la intermitencia recurrente de una luz que puede ser el latido del corazón, un telón de fondo rojo a base de volantes que también puede verse como un mar de sangre. Hay ironía en todo eso, como en el movimiento hay una enorme carga de hastío y de deseos rotos.
Compañía Damián Muñoz Danza
Tres tristes stripteases. Coreografía y dirección artística. Damián Muñoz y Jordi Cortés; escenografía: Carmen López; luces: Javi Ulla. Con D. Muñoz, Virginia García y Jorge Jaúregui. Madrid en Danza. Teatro Pradillo, Madrid. 12 de abril.
A pesar de que la obra empieza y termina con elocuentes desnudos (iluminados con mucha sensibilidad), nada de lo que se ve resulta erótico, sino simplemente triste.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de abril de 2003