Es posible que el señor presidente del Gobierno haya pasado últimamente del asombro a la perplejidad y de ésta a la indignación. Pensaba, quizá, que el apoyo mayoritario conseguido en las urnas refrendaba todas sus acciones. Por ello ha arriesgado tanto que no puede explicarse la respuesta de unos cuantos españoles que no nos dejamos engañar con sus palabras de paz mientras sus acciones llevaban a nuestro país a secundar una guerra ilegal.
De ahí que, en un ejercicio de finura intelectual, nos compararan, él y los suyos, con los terroristas de la kale borroka a todos los que nos manifestamos pacíficamente con nuestras familias por la paz y contra la guerra.
Como su intento de criminalizarnos no ha tenido mucho éxito, juegan ahora al victimismo. Pero no se engañe de nuevo, sabemos cuáles son las verdaderas víctimas. Y, de la misma manera que nos manifestamos en su momento contra la barbarie etarra, seguiremos haciéndolo a favor de un pueblo martirizado por unos gobernantes sin escrúpulos y por una guerra bastarda.
Una guerra que, el presidente del Gobierno y su partido, han perdido moralmente. Que no menosprecie más la lucidez del pueblo llano, al que considera sumido en la "radicalidad".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de abril de 2003