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OPINIÓN DEL LECTOR

Persecución en el parque

El 24 de marzo paseaba por el Retiro; había entrado por la puerta del Ángel Caído. De repente vi a un hombre de mediana edad, bastante bien vestido y medio calvo, saltar de entre unos matorrales y correr por el sendero, hasta desaparecer tras una curva. Pocos instantes después vi a un policía municipal, de los que patrullan en bicicleta, buscando afanosamente a alguien. Pensé que quizá el hombre que huía fuese un ladrón, y le pregunté si buscaba algo. "¡Nada!", me contestó.

"Bueno", le dije yo, "preguntaba porque acabo de ver a un hombre que escapaba corriendo...". Entonces me preguntó: "¿Por dónde, por dónde?". Allí, ante esa actitud tan maleducada, empecé a intuir que no se trataba de un ladrón, así que le dije "¡Que más da! Usted no busca nada, ¿verdad?", y seguí caminando.

Unos metros más allá veo otro policía con un hombre mayor, que, casi en lágrimas, rojo de vergüenza, le explicaba que tenía problemas de próstata... y de pronto entendí: allí suele haber gays ligoteando por los caminos, ¡y esos policías les estaban acosando! ¡Por eso huía el otro! Me acerqué y pregunté qué estaba pasando. "¡Nada!", me cortó enseguida el segundo policía, tan maleducado como el primero. "Bueno", dije, "algo sí me parece que está pasando". "Es que se meten por el césped y eso está prohibido", me contestó el guardia, "y les tenemos que multar".

Les respondí: "¿Es que no sabéis que estos hombres vienen por aquí a ligar? ¿Es que no os da vergüenza humillar así a este pobre viejo?". Fue la cara de ese viejo, su expresión avergonzada, su pavor, su cobardía, su patética mentira de la próstata, lo que desató mi indignación.

"¿Qué pasa?", les espeté, "¿es que no veis cómo los prados están llenos de chicos besándose y haciendo el amor? ¿Es que no os interesan porque son heteros?".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de abril de 2003