Tikrit, ciudad y feudo de Sadam Husein, ya está en manos de los marines en una guerra que va tocando a su fin. Pero los mensajes que emite Washington sobre la zona no son de esperanza, sino de miedo y de incertidumbre. Ahora Siria aparece en el punto de mira en las declaraciones de Bush y de varios de sus colaboradores. Blair, que ya ha tenido suficientes problemas internos, se ha movilizado para proclamar que "Siria no está en la lista" y "no hay planes para invadirla", y un emisario de Londres viajó a Damasco para tranquilizar al régimen dictatorial del presidente Bachar el Asad. Una vez más se ha echado en falta una claridad similar por parte de Aznar, requerido por Bush para presionar a Siria para que no acoja en su territorio a mandatarios del régimen de Sadam.
Bush sospecha que "hay armas químicas en Siria", acusación que Damasco rechazó ayer tajantemente, consciente de que así empezó EE UU a montar su caso para la guerra contra Irak. De nuevo surge la cuestión de las dichosas armas de destrucción masiva, que todavía no han aparecido ni han sido utilizadas en Irak. Tras las acusaciones de Hans Blix contra EE UU y el Reino Unido de torpedear la labor de los inspectores, dos de ellos, un alemán y un noruego, afirman que el secretario de Estado, Colin Powell, presentó informaciones "totalmente erróneas" en su exposición del 5 de febrero ante el Consejo de Seguridad. Por eso, no extraña que cuando Bush lanza estas acusaciones contra Siria el mundo se eche a temblar. No son una ocurrencia improvisada, sino que parecen un intento de explotar la victoria que los anglo-americanos están a punto de proclamar.
Tras la toma de Tikrit, tampoco ha aparecido el dictador depuesto, que ahora puede unirse a Bin Laden como fantasmagórico referente para los árabes y musulmanes más radicales, ante una vivencia de lo ocurrido en Irak como una nueva humillación de alcance similar a la creación del Estado de Israel en 1948. Los avisos contra Siria, acogidos con satisfacción por Sharon, sólo pueden alimentar estos recelos.
No parece probable que EE UU vaya a atacar Siria de momento. Según Powell, se examinan "posibles medidas económicas y políticas" contra Damasco. Pero tensar esta cuerda es peligroso ante los posibles movimientos tectónicos en la política de Oriente Próximo desatados por la guerra. Es necesario, como ayer pidió Javier Solana en nombre de la maltrecha diplomacia europea, que Washington "baje el tono". Los Quince, ahora sin fracturas, pidieron ayer moderación. Si lo que pretende la Administración de Bush es meter al mundo en un clima bélico permanente, es deber de los europeos desactivarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de abril de 2003