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Crítica:UN LUGAR EN EL MUNDO

Valores humanos

Un lugar en el mundo (domingo, 22.00, Antena 3) empezó siendo lacrimógeno, adoptó luego un tono costumbrista, incluyó malentendidos sentimentales y culminó con los deberes hechos: al final del primer capítulo sabía cómo eran los personajes, tenía claro el marco de la acción, deseaba volver a escuchar la pegadiza sintonía compuesta por Eva Gancedo e intuía hacia dónde pueden ir los tiros de una serie digna y sin tiros. ULEEM pertenece a la familia de series con valores humanos (podría emparentarse con el Querido maestro de Imanol Arias y Emma Suárez). Los pilares de esta historia algo ñoña pero adictiva son Julio, neurólogo que escapa de su pasado de hijo fallecido y matrimonio en crisis, y Ana, madre de un hijo y propietaria de una tienda acosada por las deudas, y cuyo marido huye por oscuras razones. Los actores que dan vida a estos superhéroes de clase media son Marta Belaustegui (muy verosímil, y que recuerda a Mary Elisabeth Mastrantonio o a Melina Kanakaredes) y un convincente Ginés García Millán, que abandona los excesos de Periodistas para centrarse en un papel para el que no tendrá que beber tanto tequila y donde podrá explotar su encomiable facilidad para aguantar primeros planos.

Para seducir a toda la familia, la serie distribuye los conflictos por sectores. Vejez, edad adulta, adolescencia, infancia y el recurso de que las relaciones que acabarán bien empiecen mal, un truco que permite reconciliaciones y mucha tensión sexual no resuelta. Para darle mensaje se tiñe el argumento de problemáticas: ricos contra pobres, una casa de acogida para chicos difíciles y la presencia de un especulador que se las verá con los ecologistas de la zona. En cuanto al villorrio que retrata la serie ya no es el de Crónicas de un pueblo. Ni sotanas ni tricornios, pero sí gente conectada a Internet y el clásico camarero bonachón, paño de lágrimas de los múltiples desilusionados que, con la excusa de buscarse a sí mismos, se irán matando a copas. No sé si me pilló bajo de defensas, pero lloré con los gases lacrimógenos lanzados por los guionistas y con la ilusión de este Julio que, en el segundo capítulo, anunció su deseo de abandonar la neurología para abrir un hotel rural. Claro que, en mi caso, llorar no tiene mérito: con Heidi suelo gastar dos cajas de pañuelos. Estoy enfermo, lo sé, pero me estoy tratando. El médico me ha recomendado que escriba y lo comparta con ustedes. Yo también estoy buscando mi lugar en el mundo.

[Un lugar en el mundo fue seguida el día de su estreno, el 6 de abril, por 2.964.000 espectadores, con un 18,3% de cuota de pantalla. El pasado domingo, una semana después, bajó a 2.255.000, con un 13,9% de share].

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de abril de 2003