"Y siguiendo sus costumbres, que nunca fueron un lujo, bebamos en su memoria una copina de orujo". Con este grito de guerra, miles de personas salieron anoche en procesión en León para honrar la memoria de Jenaro Blanco, Genarín, un pellejero cliente asiduo de tabernas y prostíbulos, que murió atropellado por el primer camión de la basura de la ciudad el Jueves Santo de 1929. Desde aquel año los devotos de tan extravagante cofradía recorren las calles del centro de la ciudad cargando con pasos e imágenes de la pasión del santo pellejero y recitando romances alusivos a la disipada vida y trágica muerte del personaje. El cortejo concluye su periplo junto a la muralla de la ciudad, donde es fama que murió Jenarín, y donde se deposita, a modo de ofrenda, un queso y naranjas, dieta básica del finado en vida, y una botella de orujo, su único sustento líquido y el de la mayoría de sus seguidores. Esta tradición inefable, interrumpida por prohibición gubernativa entre 1957 y 1977, constituye una alternativa festiva y profana a las manifestaciones religiosas de Semana Santa, con las que rivaliza en solera y participación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de abril de 2003