Durante años he sido fumador. Y consumía aproximadamente dos cajetillas y media al día, de tabaco negro canario. Luego, pasé al rubio. Con 40 años y aprovechando una gripe, logré dejarlo, aunque me costó muchísimo. Todavía sueño que estoy fumando cigarrillos.
El caso es que, pese a tener ya 50 años, y haber permanecido diez sin fumar un solo cigarrillo, oler el humo me produce una sensación de inquietud, como si fuera a caer en las garras de ese vicio que te convierte en un ser servil. Por ello, los fumadores deben saber que, incluso al aire libre, el humo de un simple cigarrillo pone en marcha, en personas como yo, circuitos inconscientes que parecían superados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de abril de 2003