Soy parte del mosaico urbano formado por los miles y miles de personas que salen a la calle para poner las bases de una sociedad distinta. Manipulada, lo reconozco, por los adolescentes que pintan el símbolo de la paz en nuestros paisajes. Emocionada al verme rodeada de tanta gente vestida de negro por las víctimas de guerras lejanas. Confiada en que las diferencias que hay entre nosotros, la sociedad poliédrica que invade la calle, calzadas y aceras, pueda estar a la altura de nuestras esperanzas. No formamos ningún bloque y no constituimos ningún peligro, sólo tenemos nuestro voto que depositaremos en las urnas.
Andando y llenando las calles hemos escrito páginas de la historia de nuestra ciudad, y sentados en el suelo hemos firmado nuestro compromiso. Tenemos las suerte de ser diferentes y distintos cada uno, y así es como queremos que el mundo sea posible: con la participación de todos y cada uno, y con la única exclusión de los violentos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de abril de 2003