El presidente palestino, Yasir Arafat, y su primer ministro, Abú Mazen, siguen pujando por la cartera de Interior, que constituye la piedra angular sobre la que se articulará el nuevo Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Aparentemente, ninguno de los dos quiere dar su brazo a torcer en el nombramiento del ministro más importante, que se hará con el mando de los servicios de seguridad. Mientras continuaban las negociaciones, cinco palestinos, entre ellos un cámara de televisión, murieron ayer a manos del Ejército israelí en Gaza y Cisjordania.
El nombramiento del ministro de Interior es clave, ya que se hará cargo del mando de los servicios de seguridad. Tras alcanzar un acuerdo sobre los papeles que jugarán dos veteranos ministros, Saeb Erekat y Yasir Abed Rabbo, que inicialmente habían sido descartados, el presidente Arafat y Abú Mazen parecen haber llegado a un callejón sin salida en el departamento de Interior.
El primero insiste en que su actual titular, Hani al Hassán, siga en el cargo, pero Abú Mazen quiere que el elegido sea el ex director del Servicio de Seguridad Preventiva en la franja de Gaza, Mohamed Dajlán. Según fuentes próximas a Arafat, éste estaría dispuesto a aceptar a otro candidato, pero no a Dajlán.
El presidente palestino percibe al que antaño fuera su delfín como demasiado próximo a la CIA estadounidense, que desde el acuerdo de Wye Plantation (1998) juega un papel de coordinación y arbitraje entre las fuerzas de seguridad israelíes y las palestinas, función que se vería reforzada con la aplicación de la Hoja de Ruta, el borrador de plan de paz propuesto por Washington. Y, aunque al comienzo de la Intifada, el Gobierno israelí insinuó que Dajlán prestaba apoyo a los terroristas, después le exoneró de toda acusación.
En cambio, el Gobierno israelí mira con escepticismo a Hani al Hassán, que asumió el cargo a principios de noviembre pasado. En primer lugar, porque es un hombre de confianza de Arafat, es decir, un factor de continuidad. Pero también por las posiciones defendidas por éste, que al tomar posesión aseguró estar dispuesto a trabajar por la seguridad de los ciudadanos israelíes, pero no de los asentamientos. Asimismo, reivindicó el retorno de los más de tres millones de refugiados, algo que Israel rechaza de plano.
Incursiones israelíes
Mientras se suceden las negociaciones, una nueva jornada de violencia se cobró ayer la vida de cinco palestinos. En el casco antiguo de Nablús, al norte de Cisjordania, una columna de tanques del Ejército israelí irrumpió de madrugada para detener a dos mujeres sospechosas de actividades terroristas, según la oficina del portavoz militar israelí. Concluida la redada sin incidentes, el contingente militar procedió a salir del casco antiguo, pero uno de los blindados se quedó bloqueado y eso atrajo a decenas de jóvenes, que comenzaron a tirarle piedras y cócteles molotov. Alguien disparó contra el vehículo y los soldados respondieron.
Un cámara de televisión palestino que filmaba los enfrentamientos fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora israelí en la cara y falleció mientras era evacuado a un hospital. Nazih Darwazeh, de 45 años, es el tercer informador muerto desde que comenzó la Intifada. Trabajaba para la televisión pública palestina y la agencia estadounidense Associated Press. Un portavoz israelí dijo que se investigan las circunstancias de su muerte.
Poco después, tres palestinos resultaron muertos por disparos de soldados israelíes durante una incursión militar de éstos en la localidad de Rafá y un campo de refugiados cercano, en el sur de la franja de Gaza. Fuentes palestinas indicaron que otras 27 personas resultaron heridas.
Además, un palestino se infiltró en el asentamiento judío de Shaked, en el sector de la localidad palestina autónoma de Jénine, en el norte de Cisjordania, e hirió a tres israelíes, según fuentes militares israelíes. El palestino fue abatido poco después.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de abril de 2003