El sida ha traído una devastación que literalmente vacía las aulas. En el sistema educativo de la capital, Lilongwe, el impacto es gravísimo, pero lógicamente, la normalidad se resiente menos que en las zonas rurales. En las aldeas, por culpa del sida, ya resulta raro ver a gente en edad productiva.
Los niños (según Naciones Unidas, en Malaui hay actualmente más de 470.000 huérfanos del sida) quedan a cargo de abuelos o tíos, que a menudo no se preocupan de que los chicos asistan asiduamente a clase, y que incluso, ante la necesidad de brazos para trabajar en la raquítica huerta, se resisten a enviar a los pequeños a la escuela.Para colmo, el colectivo de maestros no cuenta con personal suficiente para sustituir a sus enfermos. El Gobierno recurre a estudiantes mayores, pero forzosamente inexpertos en la enseñanza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de abril de 2003