Soy coja y utilizo los aeropuertos europeos, donde no he encontrado un solo desnivel que no pueda salvar con ascensor o rampa suave. Pero Barajas es distinto. Llegas de Internacional, como yo ayer desde Zúrich, y, ¡hala!, a bajar escaleras. Ni ascensores ni nada parecido. Si te quejas, te dicen que pidas una silla de ruedas. Soy coja, pero puedo caminar. Una silla de ruedas es una exageración. Arquitectos, ingenieros... ¿Cuánto cerebro juntan entre todos? Interminables pasillos, espacios vacíos que hacen caminar innecesariamente, falta de ascensores... Señor director de Barajas, cambie lo que haga falta, tiene un aeropuerto terrible para los enfermos, los cansados, los viejos, las madres con niños... Su obligación es pensar en eso y resolverlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de abril de 2003