Aprovechando la Semana Santa, me propuse salir con mi bicicleta por Castilla. Desde Madrid quería viajar en tren hacia Salamanca. El día 15, con el billete en mano y ya en el tren, el interventor me hizo bajar: las bicis aquí no pueden ir. Cuando compré el billete pregunté si había algún problema y me dijeron que no.
Subí a Atención al Cliente de la estación de Chamartín e intenté buscar alguna solución: no había más plazas para moverme hacia Salamanca; el problema no era que no se podía subir con la bici, sino que el interventor no quería la bici en el tren. Debido a esto, me rompieron las vacaciones y ninguna reclamación me cambiará la rabia y la frustración.
Mi odisea madrileña con la bici no se acaba: intento coger el magnífico y nuevo metro desde el centro de Madrid hacia Barajas; el jefe de estación del metro no me dejó subir porque dijo que las bicis sólo podían entrar en unos días y horas concretas: así que, según esta normativa, yo no puedo llegar al aeropuerto Barajas con mi bici en transporte publico, sólo unos días y unas horas concretas. Al final, llegué al aeropuerto a tiempo gracias a un simpático taxista, al que estoy muy agradecido.
Últimamente oímos muchas palabras como sostenibilidad, nos dicen que tenemos que usar menos el coche y más los transportes públicos, pero el día que quieres ser sostenible y coges el metro y la bici tienes todos los problemas del mundo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de abril de 2003