No recuerdo exactamente si fue Bellíssima de Visconti o La Vía Láctea de Buñuel la primera película que vi en los Astoria, pero desde aquel momento, en los primeros ochenta, supe que allí, en el Barrio de Alicante, junto al Forat, había algo más que unos minicines, algo así como los míticos Alphaville de Madrid, pero mucho más cerca de tu casa, un Centro Cultural, pero moderno, donde poder admirar lo último de Wenders y de Jarmush o disfrutar de El gran dictador en pantalla grande.
Imposible no "arrebatarse" al contemplar los carteles que decoraban la zona de descanso: El tambor de hojalata, El corazón del bosque..., como imperdonable sería perderse estos días Una exposición de cine, prolongación brillante, romántica e irrepetible de la pasión de un outsider por la magia y belleza que se guarda en el celuloide. Nuestra memoria está también en las Salas de la Lonja de Alicante: se reestrena La ley de la calle.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de abril de 2003