Arzalluz tiene la virtud de hablar claro y no andarse por las ramas. Su última aportación ha sido reconocer que el plan de Ibarretxe margina a todos aquellos que no se suman a él. Al fin, lo que el lehendakari se esfuerza en disfrazar, Arzalluz se encarga de despojar de retórica.
El presidente del Partido Nacionalista Vasco ha reflejado con sus palabras la esencia del plan Ibarretxe, que es la segregación de la mitad de la sociedad. Según este planteamiento, ¿no excluye la Constitución española a la mitad nacionalista de la Comunidad Autónoma Vasca?, podríamos preguntarnos.
Categóricamente, no. La Constitución concita voluntades y armoniza diferencias. Es una carta jurídica con una probada vocación de entendimiento y convivencia, mientras que el plan rupturista del Lehendakari Ibarretxe es un arma arrojadiza contra la mitad de los vascos. Y hay otra diferencia básica entre uno y otro "plan".
La Constitución es fruto del acuerdo y el consenso. El plan de Ibarretxe es fruto de la obsesión nacionalista y se apoya peligrosamente en el aval de las armas. Esa confluencia con el proyecto de ETA es un error histórico que el PNV puede pagar caro. Y si no, al tiempo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de abril de 2003