Medio siglo ha pasado desde que el neozelandés Edmund Hillary, piolet en mano, escalase la montaña más alta del mundo, el Everest, y se sentase en el techo del planeta. Poco después de regresar a Katmandú desde las alturas, recibió una notificación de la reina de Inglaterra. Había pasado a ser sir Edmund Hillary. Y es que no todos los días se sube al Everest.
Ahora, su hijo Peter, 50 años más tarde y 175 personas fallecidas en el intento de tomar la cumbre, ha repetido punto por punto la hazaña de su padre en compañía de las cámaras de National Geographic Channel siguiendo su estela en la nieve y las escarpadas paredes del monstruo asiático. El canal, incluido en la oferta de Canal Satélite Digital, estrena esta noche (22.00) el documental, que se repetirá mañana a la misma hora.
"Mi padre llegó al Everest para escalar una montaña, pero al llegar allí se dio cuenta de que aquello era mucho más que una montaña", recuerda Peter Hillary, que pone el acento en la vertiente mágica de la misteriosa cima del Himalaya. Edmund Hillary, en 1953, contó con la colaboración del sherpa Tenzing Norgay. En su recreación de la aventura de su padre, Peter Hillary ha subido hombro con hombro con el hijo del veterano sherpa Jamling Tenzing Norgay.
Los dos montañeros han utilizado la misma vía de ascensión que la que tomaron sus progenitores. Eso sí, el material usado en esta ocasión es moderno. "Es increíble cómo ellos pudieron subir sin la ayuda del material que tenemos nosotros ahora", dice admirativo Peter Hillary. Sin embargo, la sensación de enfrentarse a la muerte es la misma hoy que hace medio siglo. "Las enfermedades, las inclemencias meteorológicas y la falta de oxígeno no cambian", asegura Hillary hijo, que confesó que en más de una ocasión estuvo tentado de dar marcha atrás. "A veces pensaba que no lo íbamos a conseguir".
Pero no sólo lo consiguieron, sino que las cámaras de National Geographic fueron testigo de la hazaña.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de abril de 2003