En pelotas, desnudos de sí mismos, desvestidos ya para siempre, muertos, han quedado miles de iraquíes, cientos de soldados estadounidenses y británicos, decenas de periodistas. Quizá el señor Aznar continúe vestido, sólo que inútilmente: no le queda vergüenza alguna que cubrir.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de abril de 2003