La corrida resultó un petardo total. No de otra manera se pueden calificar tres horas de desesperante sopor al que colaboraron estrechamente la autoridad, el ganadero, la empresa y los toreros. Una vergüenza que no merece nadie, y menos quienes se dejan sus buenos cuartos en la taquilla. Pero éstos, los espectadores, y no otros son los que permiten con su desidia el desaguisado en el que se ha convertido esta fiesta. Esta supuesta afición sevillana, tan sabia y silenciosa como conformista soporta cada día el fraude de unos toros inválidos y descastados, y que le tomen el pelo todos los que tienen alguna responsabilidad en este triste espectáculo.
La autoridad aprobó y dejó en el ruedo un primer toro zambombo y feo que más parecía un mulo que un animal de lidia. Un armario gordo que no fue más que el preludio de lo que vendría después. Y permitió el presidente que se lidiaran toros absolutamente negados para morir en una plaza. Pero que se fastidie el público antes de crear un problema.
Ortega / Caballero, Rivera, Abellán
Toros de Gerardo Ortega (seis fueron rechazados en el reconocimiento), -2º, 4º y 6º, devueltos- inválidos y descastados. Dos sobreros de F. Bohórquez, inválidos y nobles; el sexto, de El Ventorrillo, manso, flojo y noble. Manuel Caballero: silencio y silencio. Rivera Ordóñez: gran ovación y silencio. Miguel Abellán: silencio y vuelta. Plaza de la Maestranza. 27 de abril. 8ª corrida de feria. Casi lleno.
Problema el que tiene el ganadero, que eliminó todo lo anterior y se quedó con el tristemente famoso encaste juampedro. El error es evidente.
Quien cree no equivocarse nunca es el empresario que, año tras año, parece atender más a los compromisos que al interés de sus clientes.
Y los que se equivocaron en toda regla fueron los toreros, que dieron toda una lección de toreo moderno, ventajista siempre, al hilo del pitón, sin cruzarse casi nunca y fuera de cacho en todo momento. Y así es imposible que surja la emoción del buen toreo.
Y mira que lo intentó con denodada voluntad Rivera Ordóñez, dispuesto al triunfo en todo momento. Espero a su primero de rodillas en la puerta de chiqueros y tras una larga cambiada consiguió lances emocionantes. Volvió a esperar en el mismo sitio al sobrero e insistió de rodillas en el centro del ruedo. Con la muleta lo intentó por ambos lados con suavidad, con entrega y elegancia; pero su actuación, de menos a más, careció de peso por los defectos apuntados, y abrevió ante el soso cuarto. Abellán no dijo nada en su primero y sometió con torería al noble sexto en tandas pintureras que afeó con sus ventajas y el mal uso del descabello. Y Caballero estuvo ausente. Le tocaron los peores y su porfía resultó anodina e inútil.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de abril de 2003