Mientras Hollywood sigue indigestando, cuando no envenenando, los ojos de la gente con su opulenta pero vulgar y embrutecedora chatarra de seudocine de ver y olvidar, el humilde y eminente cine independiente estadounidense sigue mirando de frente a las glorias y las amarguras de la gente que pisa su tierra y da frutos tan comestibles y vivos como esta Vidas contadas, que está a punto de ser cine importante, pero que no llega a serlo plenamente porque carece de algo indispensable para ser una película de rango superior, ya que su buen guión y las buenísimas interpretaciones que lo sostienen están demasiado -y esto crea fatalmente un grave desequilibrio formal- por encima de la realización. Ésta es correcta y no cae en amaneramientos, pero es algo alicorta y reduce el vuelo del trenzado de los tipos, la precisión de las situaciones y la luz de los esclarecedores juegos de réplicas.
VIDAS CONTADAS
Dirección: Jill Sprecher. Guión: Karen y Jill Sprecher. Intérpretes: Matthew McConaughey, Alan Arkin, Amy Irvin, John Turturro, David Connolly, Barbara Sukowa. Estados Unidos, 2003. Género: drama. Duración: 94 minutos.
Entre las interpretaciones hay que detenerse en la de Alan Arkin, que nos regala un personaje muy rico, contenido y complejo ("Dime dónde hay un hombre que dice ser feliz y yo te dire dónde hay un desastre") que resuelve con apasionante precisión y mínimos recursos gestuales. Y no hay que pasar de largo sobre las de John Turturro ("La gente se pasa la vida estrujándose el cerebro, cuando lo que quieren es tenerlo a oscuras"), Amy Irving, Mathew McConaughey ("No hay manera de probar ante un tribunal la eficacia de la oración"), David Connolly y todo un solvente reparto, que crean un friso exacto de tipos arrancados de la vida de la clase media baja neoyorquina ("Es duro vivir en una ciudad donde la gente no se atreve a mirarse"). Son dibujos de gente de perfil nítido y veraz que, en rincones del cruce de sus itinerarios dramáticos, dejan ver que, sin un solo hilo suelto, están magistralmente tejidos por la escritura al alimón de Karen Sprecher y el director, que escribe mucho mejor que filma, Jill Sprecher, sin duda iluminados por obras del gran David Mamet, como la eminente Glenn Garry Glen Ross, a cuyas oscuridades también se asomó el inmenso talento de Arkin.
Y habrá en tiempos futuros que olvidarse de Hollywood y acudir al cine independiente americano para saber algo de lo que fue la vida en esta tierra. Dice Turturro a un alumno: "¿Por qué quieres ser médico?". "Para ayudar a la gente". "¿Cómo?". "Manteniéndolos vivos". "¿Y a eso tú le llamas ayudarlos?".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de mayo de 2003