Las elecciones para el partido que gobierna deben ser una auténtica pesadilla. Para empezar, interrumpe su luna de miel con cetros y laureles; para continuar, se ve obligado a realizar promesas como en toda campaña que se precie; para finalizar, ha de explicar por qué lo que promete ahora no lo cumplió antes. Las razones pueden ir desde la falta de tiempo, aprovechando para pedir con el voto más margen para emplearse a fondo, hasta motivos de oportunidad, en cuyo caso conviene dejar ciertos problemas para última hora, dando una imagen de atenta alerta ante la novedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de mayo de 2003