Ocurrió la cogida en su primer novillo, después de prender un excelente y arriesgado par de banderillas, el tercero, del que salió muy apurado, para caerse en la cara y ser buscado por el novillo con saña en el suelo. Pasó por su pie a la enfermería en donde fue intervenido de una cornada de pronóstico grave cerca del cuello.
Se quedó entonces el festejo en un mano a mano que fue más bien deslucido por el juego de los novillos. Jorge Ibáñez estuvo en los tres bureles que estoqueó, voluntarioso, sin llegar a entonarse, salvo con la espada que manejó con habilidad. Javier Solís se presentó en Madrid y enseñó sus cartas, que eran de valiente. Estuvo como se pide que esté un novillero en tales circunstancias. Entrega, variedad y muchas ganas. En su primero, blando y noble, buscó con ahínco el temple y no terminó de encontrarlo. En su segundo se peleó sin perder la cara al áspero enemigo y sin desanimarse en ningún momento. Y en el sexto caldeó los tendidos en el toreo de capote y realizó una faena muy compuesta en la que primó el aguante y la vergüenza torera.
Nazario / Ibáñez, Solís, Perea
Cuatro novillos de Nazario Ibáñez, mansos y deslucidos; 1º sobrero (F. Hdez.) deslucido; 2º sobrero (El Serrano) encastado. Jorge Ibáñez: silencio los tres. Javier Solís: aviso, silencio; aviso, palmas, oreja. Las Ventas, 3 de mayo. Casi lleno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 4 de mayo de 2003