Ante tanto río de tinta de sangre hirviendo, incontrolable flujo de pasión y sentimiento por los colores rojiblancos -del Atleti de Madrid-, gente que hace de la derrota poema épico, canto de gesta que araña el corazón. Ante tantas tribus ocultas cerca del río y ciegas de fervor por el desgraciado sino que, por tradición, arrastra su equipo, voces de fuego que han hecho suyo el himno de la Legión: "Somos soooocios del Atletiiii", y que atacan con salivazos de plomo a sus vecinos de la Castellana por el terrible delito de practicar la magia blanca.
Ante sus ominosas embestidas con buidos cuchillos de furia, me pregunto si un pobre mortal como yo, adicto a Camarón, Antoñete y Rafael de Paula, tiene derecho a proclamar a todos los vientos su inquebrantable adhesión al Real Madrid sin ser observado con desprecio por esos hijos del agobio atlético. A todos ellos les deseo, de todo corazón, que vivan con su equipo noches tan gloriosas como las que yo he tenido la suerte de disfrutar con el mío.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de mayo de 2003