Nos hemos enterado de que el Papa ha llegado a España. ¡Cualquiera no se entera con los esfuerzos desarrollados por la televisión pública de este país laico puestos al servicio del marketing vaticano! Pero lo peor no es ese despliegue fenomenal -que en el fondo nos ha evitado horas de televisión basura-, sino la actitud de nuestros altos representantes: el jefe del Estado y su esposa, en su sitio. Pero... ¿y el Príncipe, las Infantas y sus cónyuges? ¿Qué hacían entre los jóvenes católicos peregrinos? Si representaban al Estado, en mi nombre, no, gracias; si van a título particular, como católicos de pro, debieran decirlo sus respectivas secretarías, para que no pensemos que el Estado español se ha vuelto católico. Y ¿qué me dicen de la foto que publica EL PAÍS con un Papa al servicio de La Familia (Aznar)? ¿No nos recuerda su tufillo a ciertas maneras caudillistas? ¿Cómo consiente estas escenas un Estado (Vaticano) que se declaró en contra de la guerra? ¿No será que esta feliz reunión quiere indicar que, a pesar de todo, la Iglesia católica sigue apostando por la derecha en las elecciones?
Creo, modestamente, que empezamos a necesitar un baño de laicismo constitucional.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 6 de mayo de 2003