Soy una vecina de Barakaldo de familia de tradición socialista. He visto cómo en los últimos años mi pueblo se transformaba y pasaba de ser un pueblo cutre y feo a convertirse en un pueblo para vivir, del que los baracaldeses cada vez nos sentimos más orgullosos. Orgullosos de nuestro pueblo y de la persona que ha hecho posible que Barakaldo sea hoy día una de las localidades más prósperas de la Comunidad Autónoma Vasca; me refiero a nuestro alcalde, que para mí seguirá siéndolo siempre Carlos Pera.
Quiero decirle que, después de todo lo que le han hecho desde su propio partido, estoy indignada. Creía que las dictaduras en España se habían acabado, pero he comprobado que no, que en las filas de su partido aún perviven. Lo siento, Carlos, pero después de ver esto, una mujer que siempre ha votado socialista no lo va a hacer en esta ocasión; ni yo, ni seis personas de mi familia.
La pérdida para Barakaldo que supone la marcha de Carlos Pera es para mí inaceptable. No conozco personalmente a quienes dirigen su partido, pero creo que se han vuelto locos y han perdido el juicio.
Espero que los baracaldeses den una lección a este partido que no ha mirado por los intereses de los ciudadanos de Barakaldo y que últimamente suele tener la costumbre de deshacerse de una forma un tanto peculiar de quienes son sus dirigentes. Sobre todo de aquellos que a mi parecer realmente valen y tienen las cosas claras.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de mayo de 2003