Rosa Montero, en su columna dedicada a la neumonía atípica, reflexiona sobre la desproporción de las reacciones que ha provocado un problema de salud cuya frecuencia es relativamente baja. La explicación de las drásticas medidas recomendadas por las autoridades sanitarias probablemente se sustenta en la hipótesis de que todavía es posible limitar la difusión de las fuentes de infección, que, de propagarse, podrían conducir en el futuro a una pandemia similar a la de la gripe de 1918.
Otra hipótesis verosímil de trabajo, aunque precisamente porque se trata de una hipótesis, no es posible saber hasta qué punto es acertada. En cualquier caso, cuanto más tiempo se mantenga confinado al virus más posibilidades de desarrollar medidas efectivas de protección. El problema es que la aplicación de las medidas de aislamiento y cuarentena es difícil y costosa y provoca además quebrantos personales y colectivos, sin olvidar los efectos colaterales derivados del miedo como las reacciones xenófobas que ya se han empezado a producir.
De ahí que las decisiones sanitarias, que tienen unas obvias repercusiones políticas, deberían también ser objeto de ponderación y debate políticos. Aunque para evitar peligrosas demagogias se requiere mucha serenidad y conocimiento, tanto acerca del virus como sobre la eficacia y la factibilidad de las medidas preventivas recomendadas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 8 de mayo de 2003