En el barrio de la Urca, a las faldas del famoso Pan de Azúcar, desde donde se puede observar una de las vistas más maravillosas de la ciudad de Río, un grupo de bandidos bien vestidos, ocultando sus pistolas en un maletín de ejecutivo de piel interrumpieron el martes pasado la función religiosa de la Iglesia Evangélica, dirigida por el pastor Geraldo Curcio Filho, y comenzaron a asaltar a los fieles. Ante el temor de que además de robarles pudieran disparar, el pastor les pidió que, por lo menos, les dejasen acabar el rito religioso. Los bandidos, muy educados, pidieron perdón por interrumpir la ceremonia. Los fieles rezaban, como es costumbre en estas comunidades evangélicas, con las manos levantadas al cielo. La sorpresa de los fieles fue que los bandidos se sabían de memoria oraciones y cantos. Hasta levantaban una de las manos al cielo mientras con la otra sujetaban el maletín con la pistola. Eso sí, acabados los rezos les dejaron a todos limpios, llevándose dinero, relojes, joyas, teléfonos móviles y hasta la guitarra que acompañaba a los cantos, y se fueron.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de mayo de 2003