El presidente Aznar compareció en Washington junto a su amigo Bush, en rueda de prensa, para anunciar a los españoles incrédulos que la participación de España en la guerra contra Irak había servido para algo: para conseguir que Estados Unidos incluyese en su lista de grupos terroristas a Batasuna. Según declaró Aznar, "el asunto se puso en marcha por una iniciativa personal mía con Bush, que luego dio las órdenes correspondientes para llegar a este resultado". Y dirigiéndose al rojerío de las pancartas antiguerra les mandó este mensaje: "Con esta medida ya se ve para qué sirven algunas cosas". Pues nada, ¡albricias! Ya tenemos a Batasuna en las listas de grupos terroristas de los Estados Unidos. Muy bien, ¿y qué? Porque se da la circunstancia de que Batasuna ya no existe. Ha sido ilegalizada y todos sus bienes incautados por la justicia española. El haber sido incluida Batasuna en la lista de grupos terroristas de los Estados Unidos supone que Batasuna no podrá tener cuentas en este país porque serán incautadas de inmediato. Y, asimismo, sus dirigentes y militantes no podrán entrar en Estados Unidos. Sabia medida. El señor Bush no quiere a los miembros de Batasuna en su territorio, así que será el señor Aznar quien tendrá que soportarlos en el suyo, en España, donde estos terroristas viven a sus anchas a pesar de que su partido ha sido ilegalizado. Su partido, ellos no. Porque éste es el esperpento jurídico-político al que se ha llegado con esta ley de Partidos y sus efectos colaterales. Se ha ilegalizado a Batasuna por terrorista pero no a sus dirigentes. Tot un embolic. El señor Otegui, por ejemplo, como otros significados líderes de Batasuna, goza de todos sus derechos en tanto que ciudadano no condenado en firme por ningún delito. Pero es igual. Aquí lo que importaba, y se ha conseguido, es montar la comedia mediática -o la tragicomedia- representada por Bush y Aznar para que éste regrese a España con la foto que sirva de cartel electoral, como el provinciano que regresa al pueblo con su foto junto a un famoso de la capital.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de mayo de 2003