Apenas quedan unas semanas para que se cumpla el plazo que se ha dado el Gobierno para decidir cuál ha de ser la mejor solución al problema del Prestige y mientras tanto los hilillos siguen a la deriva de las corrientes marítimas alcanzando las costas y haciendo imposible que el tiempo haga olvidar la tragedia, una marea que también ha salpicado los balcones de Madrid, balcones que se han convertido en el espacio de protesta de muchos ciudadanos que han abierto esas puertas de sus casas y también gritan al aire contra la guerra ilegal que todavía no ha terminado manteniendo sus carteles y pancartas en señal de que todavía las conciencias permanecen inquietas y preocupadas por problemas que no están resueltos y que, por mucho que traten de buscar otros puntos de atención para la opinión pública, los balcones no dejan olvidar.
Antes que estas cuestiones, los balcones protestaban contra la contaminación acústica y hace pocos días también daban la bienvenida al Papa e, incluso, algunos, ante las elecciones en Argentina, mostraban la bandera de este país; en fin, los balcones se han convertido en una plataforma de expresión para los ciudadanos anónimos. La gente se hace preguntas, surgen conversaciones y los turistas llevan en sus fotos el pensamiento y la protesta de los vecinos de Madrid, lo que a mi parecer es un enriquecimiento del instante.
Estos mensajes son la expresión del individuo ante problemas a los que una gran mayoría ha plantado cara, pero aquí lo hacen desde la diferencia... En fin me gustan los balcones de Madrid, me gustan sus gentes que mezclan las flores con las ideas y los sentimientos y las comparten con todos...gracias
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de mayo de 2003