La primera pregunta, en inglés. Toni Elías, a carcajadas, movió la cabeza: "No, por favor. No estoy para pensar". El caso es que contó todas sus dificultades: "He visto enseguida que no podía rodar con los de delante, por lo que no he forzado a la espera de que se fuera vaciando el depósito de la gasolina. Luego, he empezado a recortar y ya me parecía impresionante alcanzar el podio. Pero... no. He ganado. Por fin. Esto es lo más grande que me ha pasado en mi vida".
Mientras Elías atendía a los medios de comunicación, Mei, su madre, repartía abrazos, sonrisas y lágrimas. "Mi niño lo ha hecho, lo ha hecho", gritaba desaforada.
El ambiente era de locura. "¿Eres consciente de lo que has hecho?", se le preguntó a Elías. "No del todo", respondió; "ha sido una sorpresa incluso para mí. Y con la mano así... ¡Qué fuerte!". Entonces enseñó su mano izquierda, repleta de puntos de sutura por la operación a la que fue sometido hace diez días y que le obligó a correr infiltrado.
"Me ha dolido una barbaridad, pero así da gusto que duela cualquier cosa", rubricó antes de retirarse entre aplausos, abrazos y alguna que otra reverencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de mayo de 2003