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La única que faltaba

Entidad ya centenaria, socialmente incomparable, al Barça sólo le faltaba la Copa de Europa de baloncesto para coronar su grandeza deportiva. La pedía el club, en tanto que entidad multidisciplinar, integradora y representativa, y se la merecía la sección, que con los años se ha ganado la estima de la afición y la admiración de los rivales, más allá de la política napoleónica que haya podido hacer la junta.

Desde hace un tiempo, sobre todo con la llegada de Núñez, el Barcelona encontró en las secciones una garantía para combatir la sequía del fútbol, así que no dudó en fortalecerse a cambio de debilitar incluso a sus vecinos, clubes que han sabido regenerarse porque el tejido asociativo del país está a prueba de cualquier afrenta. La política globalizadora de una entidad de naturaleza futbolística llegó a causar cierto enojo, al punto que donde el fútbol unía al aficionado catalán, las secciones dividían. En tanto que apuesta competitiva, sin embargo, las secciones del Barça han logrado una jerarquía indiscutible.

Sólo le faltaba la Copa de Europa de baloncesto, el único trofeo que le habría concedido el peor de los enemigos, no sólo porque se lo tenía bien ganado sino porque es el punto de encuentro del sentimentalismo con el profesionalismo. Un equipo de especialistas, bien presidido, con el mejor jugador y un gran técnico, acorde con los nuevos tiempos e inmune a la presión, redimió en el Sant Jordi a la generación de Epi y Solozábal, la que creció en el Palau, empapada de barcelonismo. Un momento histórico para un club sin presidente por culpa del fútbol. Así son las cosas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de mayo de 2003