Su disfraz era el de un esqueleto: la muerte. Asustaba con una escoba a los usuarios de una atracción de feria, el tren de la bruja, instalado junto a la Ermita del Santo por las fiestas de San Isidro que se celebran estos días en la capital. La muerte en ese tren se llamaba Javier Pereira López, y tenía 31 años. Resbaló y cayó a las vías. Los vagones le pasaron por encima. Su uniforme de trabajo se convirtió trágicamente en su mortaja. Ocurrió a las 19.40, cuando el empleado trató de asirse a un poste y resbaló. El vagón le amputó parte de la mano derecha y le golpeó mortalmente en la cabeza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de mayo de 2003