Estos días atrás he oído que el PSOE va a impulsar iniciativas que harán evolucionar este sistema anquilosado en el que los partidos políticos, bien acomodados en él, nos están haciendo vivir.
He querido entender que, si el electorado les da su confianza en las próximas elecciones, Zapatero y su equipo empezarán a trabajar para producir cambios profundos en nuestra democracia. Cambios que representarían un avance significativo en nuestra realidad social.
Entre las cosas de las que hablaban, llamó especialmente mi atención la referencia a un futuro con listas abiertas. Me sorprendió porque, si es así, estamos ante el primer impulso real que se le quiere dar al sistema desde su nacimiento.
Las listas abiertas significarían un cambio profundo, porque permitirían a los electores un mayor control sobre sus representantes. También concederían a los votantes la capacidad de desalojar selectivamente de las instituciones a los menos capacitados.
Opino sinceramente que pocos nombres en las listas cerradas actuales resistirían un futuro semejante -cosa positiva si se hace un ligero repaso del personal que las compone, sin importar la adscripción.
Bueno sería que esta iniciativa no quedase en un simple conjunto de palabras huecas. Por el bien de todos y para que algunos, que llevamos años sin hacerlo, podamos volver a ejercer el derecho del voto con la sensación de que somos nosotros quienes elegimos, y no las élites de los partidos políticos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de mayo de 2003