El presidente de EE UU, Bill Clinton, prolongó ayer su presencia en el balneario egipcio de Sharm el Sheij, sede de la cumbre extraordinaria entre Israel y la Autoridad Palestina, para agotar las posibilidades de un acuerdo y atajar la ola de violencia en Oriente Próximo. Clinton se entrevistó por separado con el primer ministro de Israel, Ehud Barak, y con el presidente palestino, Yasir Arafat, a los que presionó al máximo con el objetivo de conseguir al menos un pacto mínimo que ponga fin a los enfrentamientos.
En entrevistas bilaterales, los otros cuatro protagonistas del encuentro -el español Javier Solana, en nombre de la Unión Europea; el presidente egipcio, Hosni Mubarak, anfitrión; el rey Abdalá de Jordania, y el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan- intentaron también que Arafat y Barak asumieran la gravedad del momento y la necesidad de hacer concesiones que acaben con las manifestaciones, el derramamiento de sangre y la quiebra del proceso de paz. En el centro de las dificultades inmediatas que bloquearon el arranque de la cumbre se colocó la cuestión de la composición y el papel de una comisión internacional que investigue el estallido de violencia de las últimas dos semanas y media. Las manifestaciones celebradas contra la cumbre de Egipto en los territorios de Cisjordania y Gaza causaron dos muertos -un policía y una niña de 13 años, ambos palestinos- y un centenar de heridos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de mayo de 2003